sábado, 24 de octubre de 2015

Relaciones afectivas con las personas altamente sensibles (PAS)

Enamorarse, es para muchos un carrusel de nerviosas emociones difíciles de ordenar. Es un caos intenso de felicidad salpicado a veces, de la más insoportable de las tristezas.

Una realidad, que puede ser aún más desbordante para las llamadas “personas con alta sensibilidad”  (PAS).

Recordemos, las personas altamente sensible ocupan el 20% de nuestra población y engloban una serie de particularidades psicológicas y emocionales, que los diferencian del resto.

Características de las personas con alta sensibilidad

La visión del mundo de las personas con alta sensibilidad parte desde el mismo corazón, y aunque muchos lo califican como un “don”, en ocasiones dicha aura, no aporta una auténtica felicidad.

Son intuitivos, creativos, son capaces de percibir las emociones de los demás en todos sus matices, pero ello provoca a su vez que sean más reactivos, es decir, que se sienten más afectados y heridos ante determinadas cosas que el resto de personas.
Las personas altamente sensibles disfrutan en ocasiones mucho más de su soledad, prefieren emprender actividades en solitario desde donde apreciar el mundo en su auténtica realidad.
Ellas disponen de su propio ritmo, su propio tiempo muy diferente al acelerado materialismo del resto, donde no siempre se sienten integrados.

Son observadores, intuitivos, detallistas, autoexigentes y tienen un umbral más bajo al dolor. Les molestan los sonidos fuertes, e incluso es habitual ver niños pequeños a los que incluso les provoca dolor determinada ropa, determinados roces o incluso voces.

Como podemos ver, las personas altamente sensibles, tienen una visión de la realidad más afinada pero a la vez, este don, este rasgo de carácter, los hace mucho más vulnerables. En especial en el amor…

Las relaciones entre personas PAS y no PAS

Puesto que las personas PAS suponen el 20% de la poblaci
ón, es normal que existan numerosas relaciones con personas no PAS, es decir, personas no altamente sensibles.

Obviamente existen muchas diferencias individuales, hay personas altamente sensibles que han decidido que es mejor estar solas dadas las incompatibilidades, dado el sufrimiento que ello provoca.

Hay casos en que este cúmulo de sensaciones u emociones, les genera un alto nivel de estrés y ansiedad que deriva en dolor físico. Un dolor tan insufrible que les ha hecho valorar, que es mejor “no enamorarse”.

Pero también hay que decir que las personas altamente sensibles se enamoran con facilidad. Su virtud para apreciar a las personas en todos sus matices, hace que se sientan atraídas de inmediato y llenas de esa reconfortante energía que es la atracción física y emocional.
Pero corren varios riesgos que hay que tener en cuenta:

Las diferencias de personalidad entre las personas PAS y no PAS

Si tú eres una persona altamente sensible, es posible que poco a poco te des cuenta de que tu pareja, no aprecia las mismas cosas que tú. No llega a la misma profundidad emocional e intelectual que tú.

Ello hará que en ocasiones, te sientas frustrado/a y que llegues a demandarle determinadas cosas a tu pareja, que, sencillamente no puede ofrecerte o que no es capaz de ver o intuir.  Suelen ser personalidades tan diferentes que es habitual que aparezca la desilusión, la incomprensión…

Si eres una persona PAS, debes tener muy en cuenta que los demás no puedan quizá satisfacer todos tus matices o estar al mismo nivel que tú. Y todo ello, deriva a menudo en una gran sufrimiento…

Las personas PAS y su gran afectividad

Otra realidad que suele darse, es que a la persona altamente sensible le cuesta vigilar sus límites personales y suele tener la tendencia de ofrecerlo todo a la otra persona, olvidándose de si misma.

Es un riesgo muy grande. Obviamente es maravilloso conseguir esa unión simbiótica donde ofrezcamos todo nuestro afecto, todas nuestras emociones, tiempo y vivencias por la persona amada… Para las personas altamente sensibles no hay nada más reconfortante.
Pero hay que protegerse cuidando los límites. Si lo damos todo a la otra persona perderemos nuestra identidad, y seremos aún más vulnerables a cualquier desengaño, a cualquier desaire, a cualquier diferencia.

Poco a poco puede aparecer la frustración y el desencanto… dimensiones que, para una persona con tanta sensibilidad donde prima en especial la autoexigencia, puede llegar a ser muy destructivo.

Cualquier fracaso o desilusión es vivido de un modo muy traumático a todos los niveles. Tanto físico como psíquico, corriendo el riesgo de caer en una depresión.
Ser una persona altamente sensible puede ser una virtud

Hay que tenerlo en cuenta. Ser una persona PAS puede ser una virtud, un don. Pero no deja de ser en realidad un rasgo de personalidad que requiere de un autoconocimiento, de saber cómo somos y qué nos hace daño para establecer unos límites dentro de los cuales poder protegernos.

Entiende que el resto de personas no van a sentir lo que tu sientes, que no van ver lo que tu ves… pero aún así, también serán capaces de amarte y de ofrecerte esa felicidad que también mereces.

Mantén en un buen nivel tu autoestima disfrutando de quién eres y de cómo eres. Es posible que dicha sensibilidad sea en ocasiones sinónimo de sufrimiento, pero no siempre es así.

A medida que te comprendas mejor te verás más capaz de sobrevivir en esta realidad que en ocasiones, no luce con toda la sensibilidad que debería.



A veces para vivir tenemos que ignorar a muchas     personas

Para ser felices tenemos que saber ignorar a muchas personas. Tenemos que aprender a vivir y a desatender aquellas actos, palabras o sentimientos que pretendan o consigan anularnos.

Sencillamente hay personas que resultan conflictivas y que nos atormentan con sus quejas, con sus juicios y con sus dramas. Esto puede resultar agobiante, abrumador y altamente tóxico, pues condiciona nuestro bienestar a la incertidumbre de sus actuaciones.

Por eso tenemos que dejar de alimentar aquellos intercambios que nos chupan la energía y nublan nuestra realidad. Así que lo primero que hay que aprender es a ignorar a cierta gente en aquellos momentos en los que nos estén haciendo daño.

Aléjate de todo lo que te aleje de ti
Aléjate de lo que te haga daño, de lo que oscurezca tu vida, de lo que  se convierta en siniestro. Aléjate de las personas tóxicas porque tu salud lo agradecerá. No permitas que se desmorone tu mundo.

La balanza emocional debe inclinarse por el lado de tu bienestar y, aunque el sufrimiento es inevitable y debemos aceptarlo, es imprescindible que lo sepamos manejar a voluntad. O sea, que a los demonios a veces hay que abrazarlos para lograr verlos como “menos malos”.

No te olvides de que de vez en cuando tenemos que descargarnos. La mente, como el cuerpo, debe desintoxicarse de radicales libres, de emociones negativas, de pasados conflictivos, de personas que la desestabilizan.

Dejar ir el sufrimiento

Decirle adiós al sufrimiento puede que sea una tarea complicada pero a veces es importante parar y restablecer nuestras prioridades. Por eso debemos plantearnos escapar de las emociones dolorosas, aquellas que no son sanas y que nos atormentan, que nos impiden evolucionar.

Como en su día dijo Epícteto, “lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre ellos”. Por eso importante que sepamos identificar, expresar y valorar nuestras emociones de manera estratégica. Veámoslo a continuación:

1. Expresando nuestros sentimientos y emociones 

Como se suele decir, a veces no necesitamos que una mente brillante nos hable, sino que un corazón paciente nos escuche. Nuestras emociones nacen para ser experimentadas, por lo que retenerlas por miedo solo consigue enturbiar nuestra realidad. Por ejemplo, si acumulamos tristeza podemos facilitar la aparición de la depresión.

2. Analizando las creencias que sostienen a las emociones dolorosas

Es natural que nos preocupemos por rendir en los estudios pero no podemos terribilizar nuestros errores, pues así solo alimentaremos malos sentimientos. O sea, que no hay peor tormenta que la que uno se forma en la cabeza.

No es igual pensar que “es terrible que nuestro hijo se haya ido de casa” que creer que “aunque nos pone tristes que se haya marchado, es normal que lo haya hecho”. Esto último favorecerá la aparición de la ansiedad y de la depresión.

Este mismo razonamiento lo podemos amoldar a diversas emociones. De esta manera, tenemos que pelear por evitar la verg
üenza, pero no la decepción, por eliminar la culpa, pero no el remordimiento, y por deshacernos de la ira, pero no del enfado.

3. Transformando, liberando y depurando esos sentimientos y emociones

Analizar nuestras emociones y sentimientos no es suficiente, debemos explorar qué es lo que se esconde tras ellas. Esta es la única manera de liberarnos. Puede que sea inevitable que permanezca una parte de “insana” en nuestras emociones y pensamientos, pero lo que tenemos que tener claro es que no debemos alimentarlo.

No dejes ir a las personas que hacen bonito tu mundo
No dejes ir a aquellas personas que hacen lindo tu mundo, deja marchar a las que lo anulan. Conserva en tu vida todo aquello que te ayude y aquello que te haga mejor persona.

Sufrir, aguantar y sacrificar tu vida no te valida como ser humano ni te hace mejor, solo te atormenta y te merma. Rodearse de personas negativas consigue oscurecer todo aquello que brilla en nosotros.
Cuida y enriquece tu vida con relaciones que sostengan tu bienestar, hazlo siempre de manera sincera, con afecto y con respeto. Mantén tu puerta abierta para las buenas personas e ignorar todo aquello que te haga mal, tu salud lo agradecerá.


Alejarse de las personas conflictivas mejora la salud y el alma




¿CÓMO TE PUEDES DAR CUENTA SI TU PAREJA TE MALTRATA?


Te anulan la autoestima: te dicen o te hacen sentir que no sirves para nada, que eres un o una inútil, te ningunean, te desprecian. Esto, a su vez, hará que no te sientas «capaz de irte», de acabar con aquello, puesto que piensas, ¿a dónde voy a ir?

El maltratador/a te da órdenes que tienes que obedecer y sientes que no tienes ninguna opción de quejarte o de expresar disconformidad, porque va a ser peor.
No te permite ser quien eres, hacer las cosas que te gustan, ir a los sitios que te hacen disfrutar.

Te van alejando cada vez más de tu gente, te hablan mal de tu familia, de tus amigos, y de todos los que te quieren hasta que te quedas sola/o.

Te juzgan: lo que tu haces, cómo eres, cómo hablas. Te llevan a que cambies.

El maltratador/a te culpa de lo que sucede, incluso de cosas que te son ajenas, haciéndote responsable de todo lo malo que hay en su vida. Aunque sean cuestiones del todo irracionales.