martes, 17 de diciembre de 2013

EL MIEDO

El miedo es un mecanismo de defensa muy inteligente de auto protección que la naturaleza ha puesto en todos los animales. Los mecanismos más instintivos, más ligados ala tierra, son muy primitivos y están en la función de supervivencia. La propaga mediante el instinto sexual, que es expansivo y creativo, la sostiene mediante el instinto de la alimentación adecuada y la protege mediante el miedo , que es restrictivo y conservador. El miedo además tiene también una vertiente de acción que es violencia, se mata para alimentarse o para no morir.
Ante una situación de amenaza el  propio cuerpo produce unos síntomas, latidos acelerados, sustancias como la adrenalina, etc, que son reconocidos como el miedo y que incitan instantáneamente a actuar, escondiéndose, huyendo o actuando. Es decir, el miedo lo crea el propio instrumento al que protege y que al mismo tiempo es el que lo siente.
En el ser humano, estas fuerzas instintivas están igualmente activas pero de forma más compleja por la naturaleza más compleja de la mente en la que se asienta la conciencia física y de la que surge una identidad mental que es el ego.


El ego, que no es más que energía mental unida e identificada con la conciencia corporal, recibe de ella os mismos mecanismos de autoprotección y supervivencia.

Esta angustia original inherente a la conciencia física, actúa inevitablemente desde nuestra mente inconsciente, moviendonos a actuar de forma turbia y mezquina y creando así las circunstancias exteriores que forman el nido donde nace y se cria nuestro sufrimiento que como una mancha oscura se extiende por la mente, de la que todos formamos parte. Nuestra vida se convierte así en una permanente huida y una búsqueda imposible de seguridad, de permanencia, en definitiva de inmortalidad. Esto nos origina conflictos con los demás y con nosotros mismos, incluso con nuestro propio cuerpo que bajo esta influencia manifiesta todo tipo de enfermedades y dolencias.

El ego crea el miedo psicológico que igual que el miedo físico, ambos inseparables en el ser humano, también manifiesta una serie de síntomas que él  mismo produce y que él mismo siente. De ahí surge la angústia básica de la existéncia limitada, emociones negativas como el resentimiento, la ira o el odio y formas de actuación como la violencia , la mentira, el egoísmo, la codicia, la soberbia, la competitividad. El miedo psicológico es tan refinado que es capaz de inventar sus propias amenazas y así, el ego crea otros egos en los que proyecta sus cualidades más oscuras y rechazadas.
CUANDO VEAMOS UNA SOMBRA FUERA NO DUDEMOS QUE ES NUESTRO EGO QUIEN LA CREA.

Por lo tanto, el miedo es siempre un miedo al abismo, a la nada, a la propia extinción y por tanto un rechazo y huida del sufrimiento, que lo vivimos como aniquilante y una búsqueda desesperada del placer que se expresa a través del deseo, donde el ego cree vivir lo eterno. Y siempre deseamos algo donde apoyarnos y con lo que tapar el temido vacío, dogmas o teorías, personas o relaciones, circunstancias exteriores, dinero o bienes materiales, seguridad laboral, poder, medicamentos, posición social, la perdurabilidad mediante una imagen inflada de nosotros mismos, el ruido , la actividad incesante.

Llegamos así a convertirnos en nuestro único enemigo, tememos nuestras partes oscuras y tememos sobretodo  a nuestro propio sufrimiento.
Huimos de él y aceptamos cualquier compensación aunque sea breve e inconsciente, y así volvemos a caer en el sufrimiento y de nuevo huimos. Es un circulo vicioso que nos puede llevar a la desesperación, al cataclismo en el que caerán nuestras propias barreras, la oscuridad delas cosas falsas con las que habíamos llenado nuestra vida, y así tal vez, podamos vislumbrar una luz al final de ese túnel que nos habíamos construido.

Esa luz es la propia mirada que observa, que no sufre ni teme y por eso sabe que el sufrimiento sólo se sitúa en la percepción errónea del instante, en la atención que enfoca un lugar oscuro en nuestra conciencia, que no es ni siquiera propio o personal sino que forma parte de nuestra condición humana, que es un sufrimiento añejo y repetitivo, alimentado por error, herencia de una mente inconsciente. Y esta mirada intuye cualquier final como algo liberador, como la consecuencia equilibrada del movimiento circular que rige el universo.

El que aprende a amar la claridad de esa luz resplandeciente deja ir lo que tiene que irse, incluso su propia existencia física, y lo deja irse con gozo, porque sabe que cualquier final no es mas que una posibilidad de liberarse de una carga y de lo que a ella le ataba, y siempre supone el inicio de algo que le ofrecerá un valioso aprendizaje y que de nuevo surgirá para desaparecer. Y será en la contemplación desapegada y la vivencia gozosa de este misterioso ritmo sagrado donde encontrará la forma de trascenderlo.

Así el miedo quedará abrazado por la comprensión amorosa dela propia consciencia que los sostenía y lo disipará como una simple neblina que rodeaba los pantanos de la existencia física, dejando paso a la poderosa luz de la vida verdadera.


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